Pedro Palomino

 

 

 

MAMBRILLA UNA VILLA DE CASTILLA

 

EDAD MEDIA  El Big-Bang

D Pelayo

 

Tomando la Reconquista que abarca un periodo de la Península Ibérica que comprende desde el 718, en que se levanta D. Pelayo y termina en 1492 con la conquista de Granada, en todo este extenso periodo, los reinos cristianos y musulmanes, vivieron y lucharon por toda la Península.
En este espacio de tiempo, podemos distinguir las siguientes etapas:


La primera,
que comprende desde los siglos VIII al X, en la que se producen las primeras escaramuzas y termina con la victoria de los cristianos en el 722 en Covadonga, hasta el 910, en que se llega a la Ribera del Duero.


La segunda, que va desde el siglo XI hasta la mitad XII, en el que aprovechando el final de los Reinos de taifas, Castilla y León sobrepasan la Cordillera Central y conquistan Toledo en 1085, y Alfonso I conquista Zaragoza en 1118.

batalla de las Navas de Tolosa


La tercera, comprende desde el final del siglo XII, a primeros del XIII, en el que se frena el avance de los cristianos con la llegada de los almohades y Castilla y León dominan el valle del Guadiana y Sierra Morena, culminando en la batalla de las Navas de Tolosa en 1212.


La cuarta, comprende el siglo XIII, con la conquista del valle del Guadalquivir, por Fernando III, en 1252, quedando reducido los musulmanes a Granada, hasta que ésta fue conquistada por los Reyes Católicos en 1492.   


Posteriormente a la Reconquista, vino el proceso de repoblación de todos los territorios conquistados y su explotación económica.
Con tantas guerras, la península estaba totalmente despoblada y los pocos habitantes de la Meseta Norte, se vieron en la necesidad de buscar nuevas tierras, para poder sobrevivir, a pesar de que la paz no estaba resuelta, pues los “emires”, de vez en cuando enviaban alguna expedición al norte, con el fin de hostigar y castigar a sus habitantes. Los reyes asturianos, no disponían de los suficientes colonos para facilitar la repoblación de las tierras conquistadas, limitándose ha hacer incursiones en la cuenca del Duero.
Transcurría el año 912, cuando fue ocupada la fortaleza de Roa por el conde Nuño Núñez, anexionándose a la vez un conjunto de aldeas y núcleos de población.


Fue en el 915, cuando un grupo de vascones, navarros, cántabros y riojanos, viendo que sus tierras estaban desoladas, decidieron coger sus enseres, montarlos en sus carromatos y emprender una aventura en dirección Sur, hasta que encontrasen unas tierras mas fértiles donde poder asentarse y emprender una nueva vida, es así como éstos pobladores dieron con esta tierra y fundaron lo que hoy conocemos con el nombre de la Villa de Mambrilla.


El pueblo que se fundó, era muy distinto a como le conocemos en la actualidad, ya que pudo estar compuesto por seis o doce familias que se asentaron en el lugar, al encontrar buenas tierras donde poder plantar sus semillas y abundancia de agua, así como buenos prados donde poder apacentar sus ganados.
Sus casas, más bien serían en un principio, una especie de chozas hechas de adobe, donde vivían las personas junto con sus animales.
La repoblación de la Ribera del Duero, es muy opaca e históricamente poco documentada, dada la superioridad social que existía entre el guerrero y el campesino, lo que motivaba a los reyes en favorecer la repoblación de sus tierras.


En 1085, Alfonso VI, conquista Toledo y a partir de esta fecha, el Duero deja de ser frontera y pasa a serlo el Tajo, desapareciendo la inestabilidad en la zona pasando a la habitabilidad y productividad de las tierras, así como el restablecimiento de la Diócesis de Osma y su obispo.
Transcurrieron cincuenta y ocho años y el rey Alfonso VII, en el año 1143, estando en Segovia, se enteró de que las tierras de Roa estaban desoladas, impresionado el Rey por tal circunstancia, llegando a Castrogeriz, mandó escribir y firmó un documento llamado “Fuero”, por el que concedió especiales privilegios, derechos de tierras, pastos y montes a quienes viniera habitar estas tierras, confiando esta dirección a García Gómez. La copia de este documento está en el Archivo de la Real Academia, traducida del latín al castellano por el escribano de Quintana Manvirgo, Plácido de las Heras, y dice así:

El Fuero de Roa.

“En el nombre de Señor Padre, Hijo y Espíritu santo. Yo, Alfonso, Emperador de España, juntamente con mi mujer Berenguela y mi hijo Sancho, a todos los pobladores de Roa, presentes y futuros, hago carta de fuero y términos y de mis heredades realengas, que las doy para que las tengan perpetuamente y así lo confirmo.
Les doy por tanto y concedo que tengan aquel fuero, y tal fuero como lo tienen los que fueron pobladores de Sepúlveda; les dono también la misma villa de Roa con todos sus términos, yermos y poblados, como se sabe los tuvieron desde el tiempo de mi abuelo rey Alfonso; les doy también en heredad:
Villa Elem, Santa Eufemia, Torreciella, Tillongo, Calaforran, Zopet, Moiales, Quintaniella, Pozosordo, Valdevallegueras, Fontem Agricio, Petrosiella, Santa maría del Páramo, Villa Ascusam, Santa maría que esta entre Guzmán y Portiello, Arroyo, Fonten de casares, Villa Eison, Las Quintanas, Santa Cruz, Anguix, Berlanga, Las Quintanas que están entre Villavela y Olmediello, Quintaniella que está entre Olmediello y vasardiella, Santa maría de Foira, Valbona que está entre Ventosiella y Aguilera, Villa Albiella, santón Martinum que está cerca de Rubiales, Populación Caparrosa, que está sobre la ribera del Duero, Populación Santa Cruz, Olmedo y nava, con todos sus términos y todas las demás cosas que les pertenecen.
Además hago donación a los mismos pobladores de las dos partes de la Villa de Ozate con todas sus casas, yermos y cultivados que hay en las dos partes; también doy a los mismos pobladores de todos los montes y pinares de mi realengo, para cortar en cualquier lugar, y aquel que les prendare por ello, devuelva la prenda doblada al que lleve su voz y pague mil maravedíes, la mitad para mi el Emperador y la otra mitad al Concejo de Roa.
Además de esto, puesto que no puedo dar a los pobladores de Roa tanta heredad cuanto les fuera suficiente, mando y les concedo, que labren por todo mi realengo, cuanto puedan abarcar, por una parte desde el Duero y por otra el yermo y desierto hasta Arlanza y la Sierra y ningún hombre les prohíba aquel mi realengo.
Por otra parte mando y concedo, que todo el que de mi realengo, que hay de Arlanza hasta la Sierra, fuese a poblar a Roa, conserve su heredad que luego dejará libre e ingenua y sirva siempre a él donde quiera que fuere y por aquella heredad no haga servicio nadie, mas que el Concejo de Roa, donde será su poblador.
Además les doy y concedo que tengan medianero con toda Castilla en aquel lugar que se dice Durón y por otra parte tengan el Medianedo de San Marcelo y por otra en San Julián con toda la gente que hay en Extremadura.
A ti, García Gómez  en recompensa de que estas repoblando la dicha villa ayudas a repoblarla te concedo poseas libre e ingenua, toda la heredad y todas las otras cosas que por compra, o por medio de la adquisición tuvieres y que por tanto, ningún hombre te vaya en contra de ello, ni te lo quite por violencia.
Los citados fueros y todas las heredades que doy a los pobladores de Roa, a sus hijos y a toda su descendencia les concedo que lo posean libre y quietamente, para siempre y al concedérselo lo confirmo.
Pero si alguno de mi linaje o ajeno fuese en contra de lo que dono a los pobladores y anulase esta donación sea maldecido por Dios y condenado al infierno con Judas traidor, para siempre, a no ser que se arrepintiese y por tan temerario atrevimiento pague al poder Real mil marcos de plata.
Hecha en Castrogeriz undécimo Kalendas de Enero. Era 1181 (año 1143) gobernando el Emperador en Toledo, León, Zaragoza, Nájera, Castilla, Galicia.
Yo Alfonso Emperador, confirmo esta carta que mandé escribir y la rubrico con mi mano, y además, hago donación a vosotros al Concejo de Roa y os concedo a Verlangas contados sus términos, por lo que me disteis ochocientos maravedíes, que recibió por mi mandado García Garciez.



En este Fuero, apreciamos un gran número de pueblos, unos conocidos en la actualidad, otros despoblados y otros desconocidos que pueden llegar a ser identificados debido a los reconocimientos del terreno en cada pueblo.
Con el Fuero, poco a poco se fue constituyendo la COMUNIDAD DE VILLA Y TIERRA DE ROA, manteniéndose bajo señorío real hasta 1456, en el que por voluntad del Rey, se convierte en señorío de la nobleza e iglesia, ya que el poder real tenía que pagar favores y comprar voluntades, lo que dieron lugar a traiciones y atropellos difícilmente refrenables, durante los siglos XIII, XIV y XV.
La Comunidad de Villa y Tierra de Roa comprendía 8 villas, 6 lugares y 7 despoblados todos con jurisdicción en Roa.

Las villas eran las siguientes:
Anguix, Mambrilla de Castrejón, Pedrosa de Duero, Roa, La Horra, Olmedillo, Quintana Manvirgo y San martín de Rubiales.

Los lugares lo formaban:
Berlangas, La Cueva, Valcavado, Villaescusa, Boada y Nava de Roa.

Los despoblados eran:
Aldehuela, Duron, Portillejo, Valera, Carrascal, El Escolano y Villalón.

La Comunidad tenía por aquel entonces 1103 vecinos, de los que 563 tenía Roa, lo que demuestra la escasísima población que había en el resto de los pueblos.
La vida fue evolucionando con el trascurso de los años, pasando de la época de repoblación, que fue muy difícil y de la que apenas hay escritos, a una de realengo, en la que se dependía directamente del Rey y de la que se dispone de mas información, terminando en una etapa de señorío, en la que se dependía de un señor y sus herederos. Esta época tuvo una duración aproximadamente de cuatrocientos años, en la que la información desaparece de los Concejos, disponiendo de muy pocos documentos.
Según iba pasando el tiempo, la sociedad se fue organizando y jerarquizando en distintos estamentos:
La nobleza, grandes propietarios de tierras, señorío territorial, jurisdiccional y guerrero, formando un grupo privilegiado de nobles, hidalgos y caballeros.
El Clero, que disponía de tierras y señoríos, aunque también oraban, se dividía en alto y bajo clero.
El campesinado, normalmente sometidos a sus señores, eran los que verdaderamente trabajaban y gracias a él comían todos, siendo la víctima muda.
A partir del siglo XI, se propició el desarrollo urbano de las ciudades, creando un nuevo grupo social denominado “burguesía”.   Estos no eran privilegiados y pagaban impuestos, consiguiendo el gobierno de las ciudades y participar en Cortes.


Castilla y León, estaban separadas desde la muerte de Alfonso VII en 1157. Sancho VI, heredero de Castilla y Fernando II de León, se  reunificaron en 1230, ya que heredó ambos reinos Fernando III.
En 1188, se establecieron las Cortes, asamblea que estaba formada por la nobleza, el clero y la burguesía. Carecía de poder, pero decidía sobre los impuestos extraordinarios. En la administración local, se establecieron los Concejos.


En los siglos XIV y XV, hubo una profunda crisis demográfica, económica y política. Las malas cosechas unidas a la escasez de alimentos, llevaron a  que  la población fuese atacada por las epidemias.
La crisis económica, golpeó a una agricultura que no había evolucionado tecnológicamente y muchas tierras se despoblaron, reduciéndose estas para el cultivo y escaseando la mano de obra campesina.
Esta situación, llevó a que en Castilla se impusiera la ganadería trashumante ovina y los privilegios del Honrado Concejo de la Mesta, fundado por Alfonso X el sabio, en 1273.


Hubo también importantes avances comerciales, ferias en Medina del Campo, se crean las letras de cambio y se fundaron las sociedades mercantiles.
La Corona de Castilla, fue un conglomerado de reinos, principados y señoríos que entre todos ellos suponían a mediados del siglo XV, una población de unos cuatro millones de pobladores, que era superior al resto de los estados.


La Meseta era la zona de más vitalidad, residencia de la corte y principal área de decisión política que se prolongó durante siglos. La explicación, hay que buscarla en una coyuntura económica favorable, una producción cerealista y una cabaña de ganadería lanar trashumante, cuyo producto era sumamente apreciado en los grandes centros textiles extranjeros, especialmente en Flandes.


En Castilla, la aristocracia no planteaba una oposición institucional a la Corona como en otros reinos, ya que buscaba utilizar en su provecho los poderes de la misma, lo que exigía a sus reyes una gran fuerza de carácter para evitar ser manipulados, como le ocurrió a Juan II (1407-1454), que estuvo en manos de su válido D. Álvaro de Luna, o a Enrique IV (1454-1474), con D. Beltrán de la Cueva.
Mientras en la Península se desarrollaban estos acontecimientos, en la Comunidad y Tierras de Roa, se producía un acontecimiento, que con gran acierto se relata en el libro de Don Esiquio Domingo zapatero de LA COMUNIDAD DE VILLA Y TIERRA DE ROA, que a continuación transcribo:


…. Si algún escrito o privilegio real hubo elogioso y favorable a Roa, fue el dado posteriormente por el rey Juan II, firmado por su hijo Enrique IV, en la que se reconocía las muchas cargas reales que tuvo que sobrellevar Roa, hasta haberse llegado a despoblar por tal causa.
“e porque dicha villa e su tierra es mía… e porque han recibido asaz trabajos…hayan galardón…fuesen exentos e excusados…de no pagar nin monedas nin tributo, nin servicio alguno Real nin concejal…, los vecinos que ahora moran e vinieran a morar en dicha villa que non sean vecinos de las aldeas e términos, así clérigos como legos, cristianos, judíos o moros”.


El Rey Juan II, durante algún tiempo fijó su corte en Roa, tuvo tres hijos: Enrique de su primera mujer y de su segunda esposa tuvo a Isabel la Católica y Alfonso. A su muerte, ocupó el trono  el primogénito Enrique, quien vivió algún tiempo en Roa con su padre.

enrique IV de castilla


Enrique IV, fue una de las figuras mas lamentables de la historia de España, aunque tuvo unos principios prometedores, su reinado pasó por un entramado de amistades sospechosas, incapacidad para gobernar, despilfarro, inmoralidad y enajenación de bienes, rentas y villas de realengo a favor de válidos insaciables.
No se sabe con exactitud si fue un rey perverso o incapaz, por lo que una junta de magnates, prelados y representantes de las ciudades, reunidas en Burgos, reprochó al rey haber abandonado la “guerra divina”, esa guerra santa contra los moros granadinos, instándole a detener la inseguridad, los abusos y el proceso de enajenación de las rentas reales, pues no sólo enajenaba sus bienes, sino los de la Nación, unas veces para acallar amenazas, otras para contentar a sus amigos.
En su segundo año de reinado1456, decidió ir a visitar tierras de moros, a producir daños, pues le gustaba y disfrutaba destruyendo panes, huertos y arrebatando cuanto útil hallaba por el campo.
En una de esas salidas llegó a Úbeda, hospedándose en casa del Regidor D. Diego Fernández de la Cueva. A su vuelta, agradecido por las grandes atenciones recibidas, pidió a Don Diego, le concediera llevar a la Corte a su hijo mayor.


El padre negó que se llevase al hijo mayor y le ofreció a su segundo hijo Beltrán. El Rey aceptó, haciéndole inmediatamente su “paje de lanza”, teniéndole siempre a su lado.
Beltrán de la Cueva, nació en Úbeda en 1443, siendo hijo de Don Diego Fernández y de Mayor Alonso de Mercado. Su porte era distinguido, simpático, alegre, gracioso, gastador y juerguista, por lo que el Rey se sentía complacido ya que a él le faltaban, y teniéndolo a su lado las sentía como si fueran propias.
Don Beltrán, fue conquistando la Corte y al segundo año de su llegada ya era mayordomo de palacio y había recibido el Señorío de Jimena, perteneció al Consejo del rey y Señor de Colmenar de Arenas, pueblo que cambió de nombre por el de Montbeltrán, su padre es nombrado Vizconde de Huelma y su hermano Gutierre, obispo de Palencia y Conde de Pernía.


A Enrique IV lo casaron con Doña Blanca de Navarra, cuando ambos tenían 12 años, saliendo el cortejo de boda de Roa y Roa con Aranda se ofrecieron en arras a la novia. Este matrimonio fue pronto anulado, alegando la reina impotencia del marido, disolviéndose el vínculo y “mandándola salir de su reino, que mucho pesó a todos de la injusticia”.


Enrique IV se casó de inmediato con Juana, hermana del Rey de Portugal, obteniendo un “permiso de tres años y medio para estar casado con ella”, al término de los cuales:”si no obiese hijo o hija, tornase a tomar  por mujer a la Princesa Blanca”.
No se hizo caso de tal condición y la reina, a los seis años de matrimonio “sin señal”, estando en Aranda, “conoció sentirse en estado”. Nació una niña, poniéndola por nombre Juana, esto motivó un gran escándalo, se tildó de bastarda a la princesa, conociéndosela  por “La Beltraneja”, por la supuesta paternidad del favorito, el cual fue obsequiado con el Condado de Ledesma.


Enrique IV, procuró casar bien a Don Beltrán, y lo hizo casándolo con Doña Mencía de Mendoza, hija del Marqués de Santillana y sobrina del cardenal Mendoza. De este matrimonio nació Francisco de la Cueva. Don Beltrán, también fue nombrado Maestre de la Orden de Santiago.


Este nombramiento es aprovechado por el Marqués de Villena y sus amigos que indignados y envidiosos, entraron en palacio con ánimo de apresar al Rey y a Don Beltrán, salvados ambos en un escondite.


Entre los conspiradores están:

Don Juan Pacheco, Marqués de Villena.
Don Rodrigo Pimentel, Conde de Benavente.
Don Garci Álvarez de Toledo, Conde de Alba.
Don Pedro Girón, Maestre de Calatrava.

Estos exigen al Rey, el destierro de Don Beltrán y que se le retire el nombramiento de Maestre de Santiago, cargo que después del Rey, era el de mas dignidad y poder, y cuyo cargo debía recaer en el infante Alfonso, que era el hermanastro del Rey.


Ante la actitud de los conspiradores, Enrique IV se acobarda, y para evitar males mayores, Don Beltrán, en 1464 renuncia al citado cargo, siendo retirado de La Corte, compensándole con el señorío de las villas de Aranda, Roa, Cuellar Molina, Atienza y Alburquerque, otorgándole el título de Duque, honores que no fueron bien recibidos por sus habitantes.


El Rey en garantía de lo acordado, admitió que Don Beltrán quedara recluido en el castillo de Portillo en Valladolid, pero para hacerle mas dulce el encierro, le donó la villa de Angüíx y 450.000 maravedíes de las alcabalas de Cuellar, Roa, Molina, Atienza y Salamanca.
En 1465, mientras Don Beltrán se encontraba alejado de la Corte, viendo sus nuevos territorios, Enrique IV se hallaba en Medina del Campo, negociando con los nobles rebeldes.
En esta reunión se le impone:


Crear un consejo Real, que estuviese formado por 4 nobles, 4 eclesiásticos y 4 letrados, no pudiendo tomar decisiones el rey, sin la aprobación de dicho Consejo.
Enrique IV, se niega a firmar dicha sentencia y pide auxilio a Don Beltrán. Este acude rápidamente y se traslada a Salamanca.
El Duque de Alburquerque, al mando de 1500 lanzas, pacifica la ciudad, celebrando seguidamente Cortes en el mes de Marzo. 
Enrique IV, habla con los procuradores para que voten el “sí”, al levantamiento del destierro de Don Beltrán, unos lo hacen libremente y otros bajo amenaza. Los nobles rebeldes reaccionan y el 5 de Junio, al pie de las murallas de Ávila, ponen un estrado y colocan un monigote que representa al Rey, le despojan de sus atributos y se los colocan al Infante Alfonso, siendo este hecho conocido como “La Farsa de Ávila”.


Entre los conjurados se encontraban:

Alonso Carrillo, arzobispo de Toledo.
Rodrigo Pimentel, Conde de Benavente.
Álvaro de Zúñiga, Conde de Plasencia.
Juan de Pacheco, Marqués de Villena.
Rodrigo Manrique, Conde de Paredes y su hijo Jorge Manrique.

Estas noticias, llegan al Rey, que se encontraba sitiando a Arévalo, ciudad que era leal al Infante Alfonso. Rápidamente levanta el sitio y se dirige a Salamanca, uniéndose a Don Beltrán y al Rey, las huestes de Garci Álvarez, Conde de Alba, junto con las de Juan Fernández Galindo y las de la familia Mendoza.
Ante la desigualdad de fuerzas, el Marqués de Villena, y otras ciudades, se ponen a disposición del Rey, proponiendo un arreglo pacifico al conflicto. Los nobles rebeldes le obedecerán a cambio de licenciar a las tropas, cosa que así se hace, recibiendo los nobles que le fueron leales, prebendas por parte de Enrique IV.
Don Beltrán, es recompensado con la villa y el castillo de La Adrada y otras poblaciones circundantes incluyendo el Señorío de Molina.
Los molineses, no quieren a Don Beltrán y en Noviembre, tras varios meses de lucha, sus soldados no pueden con los molineses y acaban derrotados.
Las escaramuzas entre los dos bandos continúan, encontrándose los dos ejércitos el 20 de Julio en Olmedo.


Por parte real figuran las tropas de:

Pedro Fernández, Conde de Haro.
La familia Mendoza.
Jesús Fernández.
Beltrán de la Cueva
Garci Álvarez, Conde de Alba
Diego Arias, Contador Mayor del Reino
.

En el bando contrario, no figuraba el Marqués de Villena, ya que se encontraba negociando el cargo de Maestre de Santiago.
Don Beltrán, acudió a la batalla con 150 hombres y luciendo su enseña en el uniforme. Cuando le comentan que cubra sus armas, para no ser identificado por sus enemigos, que habían jurado matarle, les contesta:
“conviene a los caballeros salir señalados e mostrarse a sus enemigos, porque la honra siempre cuelga del peligro”.

El historiador Diego Enríquez del Castillo, escribe sobre él:

“Persona my acebta a él rey, tanto que ninguno de los privados
pasados hasta allí tuvo gran privanza ni tanta parte
en la voluntad del rrey como él solo, e no syn causa,
que ciertamente avía en él tantas partes de bondad,
que no las hacia meresyedor de toda prosperidad
e bien andanza que le vino.
Era grand servidor syn enojo para el rrey,
Magnífico en sus casas, cotés y graQioso en todos
Hasta liberalmente por los que a él se encomendavan.
Era gran gastador festeador y honrrador de los buenos,
grand caballero de la gineta,
muy montero e gastador costoso
en atavíos de su persona,
franco e dadivoso.

No obstante sus enemigos siempre le recordaron como un “cortesano frívolo, ambicioso y derrochador”, ya que era gran amante de los lujos, trajes caros y joyas.
La batalla de Olmedo fue ganada por Don Beltrán, desertando de las filas reales el Conde de Alba y Diego Arias.
El 5 de Julio de 1468, muere Alfonso, en Cardeñosa (Ávila), seguramente envenenado. Al ocurrir la prematura muerte, los nobles se alían y ofrecen la corona a Isabel, pero esta se negó a desposeer a su hermano, ya que quería ser reina legal, no un juguete en manos de nobles rebeldes. Su matrimonio se convertiría en un asunto de estado.
Enrique IV ordenó que la reina Doña Juana, fuese recluida en el Castillo de Alarcos, siendo protegida por Alonso de Fonseca. Doña Juana que estaba en cinta de siete meses, huye de Alaejos, con su amante Pedro de Castilla, refugiándose en Cuellar donde estaba Don Beltrán de la Cueva, que  se había refugiado allí disgustado por la claudicación del Rey y del valimiento del Marqués de Villena, que ahora sería nombrado Maestre de la Orden de Santiago.
Don Beltrán, aunque estaba desengañado y hastiado, no se dejó vencer y defendió todos sus derechos adquiridos.
Enrique IV, falleció en Segovia el 11 de Diciembre de 1474, sin haber hecho testamento, la reina legítima era su presunta hija Juana, pero faltaba el consentimiento del reino expresado en unas cortes que era imposible de reunir, dada la situación que vivía Castilla.

reyes catolicos


La guerra civil resultó inevitable y Don Beltrán, tomó partido por Isabel en lugar de su supuesta hija Juana. Isabel de Castilla, contaba con el apoyo de Aragón y Juana “la Beltraneja”, era apoyada por Portugal, culminando este conflicto en la batalla de Toro en 1476, siendo reconocida Isabel I como reina de Castilla.
En 1469, se celebró en secreto el matrimonio de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón ya que no contaba con la aprobación de Enrique IV; ofició el sacramento el intrigante arzobispo de Toledo Alonso Carrillo, que pasó pro alto que los contrayentes eran primos y necesitaban de la dispensa papal, que se obtuvo a posteriori.
Los Reyes Católicos hicieron  una gran labor de fortalecimiento de poder de los monarcas. La tarea que iniciaron durante la guerra civil en Castilla, continuó a lo largo de todo su reinado. Isabel y Fernando pusieron fin al conflicto entre el poder de los nobles y el poder real de la Baja Edad Media y se consolidaron las instituciones.
La reorganización del sistema de hacienda, fue una primera y necesaria medida a tomar. Adoptada en las Cortes de Toledo en 1480, se revisaron todas las mercedes que se hicieron a los nobles durante el reinado de Enrique IV. Esta medida, perjudicó a los nobles que habían apoyado a Juana, permitiendo a los reyes rescatar más de la mitad de sus rentas.
En 1476, las Cortes reunidas en Madrigal de las Altas Torres, aprobaron la Santa Hermandad, que fue clave en la restauración de la paz y el orden en el reino.
En 1480, se reorganizó el Consejo Real, en el que los letrados que salían de las Universidades, jugaban un papel central, quedando los nobles relegados a un papel consultivo. También se generalizaron los Corregidores, que presidían los ayuntamientos  y tenían poder judicial y policial.
Otras medidas importantes, fueron el control real de las Órdenes Militares de Santiago, Calatrava y Alcántara y el fortalecimiento de la administración de justicia, con la creación de dos Reales Chancillerías, sitas en Valladolid y Granada.
El 11 de Enero de 1476, fallece en Cuellar la esposa de Don Beltrán Doña Mencía y este se vuelve a casar con una hija del Duque de Alba.
Como si quisiera iniciar una nueva vida, mandó una carta a los Reyes Católicos para que le fueran devueltas sus posesiones, cosa que ocurrió el 11 de julio de 1477, cuando el rey Don Fernando manda a los concejos y justicias que levantaran el embargo de todos los bienes que poseía el Duque y que fuese reconocido por sus vasallos como dueño y señor.
Al  ser reconocidos los privilegios de Don Beltrán por los Reyes, se aplacaron las inquietudes que tanto en Roa y sus tierras se tenían desde aquel fatídico día 23 de Diciembre de 1464 en el que Enrique IV le concedió en “señorío” las tierras que hasta entonces Roa y su tierra había tenido en “realengo”.
Pero no todo fueron malas noticias, ya que con este reconocimiento se concede a Roa, un mercado, dos ferias y la exención de pagos.
El Duque entró a formar parte del Consejo de Nobles y acompaña a Don Fernando en varias de sus campañas guerreras.
En 1482, se queda nuevamente viudo, casándose por tercera vez con Doña María de Velasco, que era la hija del Condestable de Castilla.


En 1486, el Rey le escribe en el mes de Noviembre:


“tengo acordado de entrar poderosamente en el reino de Granada, con la ayuda de Dios, este verano venidero, para lo cual mandamos apercibirte de la gente de vuestra casa 100 lanzas, de manera que para 10 días de marzo, del año venidero 87, sean en la ciudad de Córdoba”.


La lanza constaba de un caballero revestido de armadura y acompañado de uno, dos o más escuderos o peones. Esta tropa, cara y cualificada, que en la batalla era lo que hoy hacen los carros de combate, sólo podían proporcionarla los grandes señores que mantenían una “hueste” profesional y que pertenecían a alguna Orden de caballería.


En 1488, los reyes le piden que:


“Encargamos vengáis en persona  con las 200 lanzas, lo más apunto e mejor adesrezadas en Villanueva de los Infantes. El contador las pagará el sueldo”.


En Diciembre de 1490, le dice Don Fernando:


“Tengo acordado entrar poderosamente contra la ciudad de Granada, para treinta días del mes de marzo de 1491. Nos vos rogamos e mandamos nos enviéis 150 lanzas”.


Esto no se pudo llevar a cabo hasta Enero de 1492, a la que Don Beltrán asiste a las capitulaciones de la tierra de Granada, poniendo fin a la reconquista. Su firma aparece en las mismas, lo que hace pensar que a pesar de los años y de achaques que padecía estuvo al frente de sus hombres, la mayoría de los cuales procedían de Roa y Cuellar.


Don Beltrán de la Cueva, moría Cuellar  el 2 de Noviembre de 1492, a la edad de 49 años, siendo enterrado en la capilla mayor del Monasterio de San Francisco de Cuellar.


A la muerte de Don Beltrán, el primogénito, francisco Fernández de la Cueva, heredó el título de Duque de Alburquerque y Conde de Ledesma. El señorío de Roa, no se trasmitió ni a los Condes de Ledesma ni a los Duques de Alburquerque, sino que por extrañas circunstancias pasó a los Condes de Siruela, procedentes de Badajoz. Los Reyes Católicos concedieron a su viuda en terceras nupcias Doña María de Velasco, el título de Duquesa de Roa.


El fundador de la casa de los señores de la villa de Roa fue, Don Cristóbal de la Cueva y Velasco, que fue el tercer hijo de Juan de Velasco, primer Conde de Siruela.
Cristóbal de la Cueva y Velasco, se casó con su prima Leonor de Velasco, tercera Condesa de Siruela, señora de Cervera, de Pernía y Villarías de Campos. El primero era señor de Roa, de las villas de Villalobón y Castejon, Torregalindo y la heredad de Portillejo. Fundó mayorazgo el 16 de Diciembre de 1540, ante Domingo Santamaría.


Este título proviene de la localidad extremeña de Siruela, que se convirtió en señorío a mediados del siglo IV, siendo otorgado por el Rey a favor de Don Fernán Pérez de Portocarro, que medió la villa en 1387 a Don Juan Alonso de Alburquerque. Más tarde pasó a Doña María Affin de Tizón y luego a la familia de los Velasco. En 1447, Don Hernando de Velasco y su esposa Doña Leonor Carrillo, crearon un mayorazgo con su villa de Siruela, culminando en 1470, cuando Enrique IV de Castilla, concedió a Don Juan de Velasco, el título de Conde de Siruela.


Así se fue transmitiendo el señorío de Roa, hasta que con María del Rosario Falcó y Osorio, 22 Condesa de Siruela y grande de España, se casó con Carlos María Stuar Fitz James Palafox Portocarro Kirkpatrick Álvarez de Toledo, noveno Duke of Berwick y 16 Duque de Alba de Tormes, Conde de España, pasa a la casa de Alba, manteniendo el título actualmente, Don Jacobo Martínez de Irujo y Fit James Stuart.
De esta manera se puede entender la vinculación del Señorío de Roa al Condado de Siruela, que se inició al terminar el siglo XV y dura hasta el año 1841.


A la muerte de Isabel, hecho que ocurrió en Medina del Campo el 26 de Noviembre de 1504, se produjo una gran crisis constitucional, ya que entre Castilla y Aragón no existía mas que una unión personal. En su testamento, Isabel dispuso que la sucediera como reina de Castilla, su hija Juana, y solo en caso de incapacidad, lo hiciere Fernando.
Las cortes reunidas en Toro, no lo apoyaron, ya que la “aristocracia” quería volver a los “buenos tiempos”, cuando los reyes sin autoridad repartían mercedes a manos llenas.
Entre tanto, llega a España, Felipe el Hermoso, y Fernando descorazonado abandona Castilla y se casa en segundas nupcias con Germana de Foix, sobrina de Luis XII.


Con el paso del tiempo se hace más evidente cada día, la demencia de Doña Juana, no quedando otro recurso más que poner en marcha la regencia de Don Fernando.
Durante este tiempo, Don Fernando se ocupa principalmente de la política internacional, quedando los asuntos internos en manos de los arzobispos del de Toledo, para Castilla, y el de Zaragoza, para Aragón.
Jiménez de Cisneros fue un gran gobernador, y Don Fernando le quiso premiar, gestionando para él, el capelo cardenalicio. La preocupación de Cisneros, fue la reforma del clero regular, a la vez que mantenía a raya a los aristócratas, creando la Universidad de Alcalá.
Menos importante, aunque notable, fue Alfonso de Aragón, que era hijo bastardo de Don Fernando, que se le destinó a la carrera eclesiástica, para poder disponer de las riquezas de la iglesia. Solo celebró una misa en su vida, pero supo gobernar con acierto el reino de Aragón. Tuvo un hijo, sacrílego, que le sucedió en la iglesia zaragozana.
Don Fernando, al final de sus días, cuando iba en dirección a Granada, cosa que no llegó a alcanzar, se resistía a tomar las disposiciones necesarias, para una muerte cristiana, porque según decía, que una monja del barco de Ávila, le había dicho que no moriría sin haber tomado Jerusalén.
Pero este Rey designó en su testamento, respetando la soberanía de Doña Juana, que estaba recluida de por vida en Tordesillas, a su nieto Carlos, que residía en Flandes, y hasta su llegada, el cardenal Cisneros ejerció de regente de castilla.

cardenal cisneros


El cardenal Cisneros murió en Roa, en Noviembre de 1517, cuando iba al encuentro de Don Carlos, antes de saber que su destitución ya estaba decidida por los consejeros flamencos.

 

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